Hoy me encontré con una de esas personas. Estaba en el tren camino a casa y me senté junto a un muchacho que escuchaba música. Era bien parecido pero nada muy fuera de lo común. Era en realidad, un joven muy común. Con una nariz de payaso.
En un principio no lo noté. Pero me llamó la atención su reflejo en el cristal de la ventana. Pensé que había perdido una apuesta y que su amigo estaba ahí para asegurarse que pagara. Pero quien se sentaba a su lado se bajó en la parada siguiente. Intenté concentrarme en otra cosa pero la gran nariz roja seguía atrayendo mi mirada.
Sin darme cuenta mi curiosidad se transformó en una gran sonrisa y lo que estaba dando vueltas en mi cabeza desde la noche anterior se esfumó. Cuando llegó mi parada me puse junto a la puerta moviendo los pies al ritmo de la canción que sonaba en mi MP3. Antes de bajarme giré la cabeza hacia él, me miró, me sacó la lengua y me sonrió. Yo le sonreí también y sentí como la persona que estaba detrás me empujaba un poco recordándome que tenía que salir y perder la oportunidad de conocer la historia de este chico.
El resto del camino me sentí feliz y di Gracias a Dios por permitirme haber vivido ese momento.
Vamos por el mundo tan concentrados en nosotros mismos y en encontrar nuestra felicidad que no nos damos cuenta que la felicidad no es algo que se alcanza, sino que se vive diariamente y está en los pequeños detalles.
Dejemos por un segundo nuestros problemas y tratemos de ser ese tipo de personas que con un mínimo detalle puede repartir felicidad por el mundo.
¿A quién has hecho feliz hoy?
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